El hombre es bueno por naturaleza


Fabián Coelho
Fabián Coelho
Licenciado en Letras

La frase “el hombre es bueno por naturaleza” es una afirmación autoría del eminente escritor e intelectual del periodo de la Ilustración Jean-Jacques Rousseau en su novela Emilio o de la educación, publicada en 1762.

En esta novela, donde Rousseau expone sus teorías de la educación que tanto influirían posteriormente en el desarrollo de la pedagogía moderna, se explica que el ser humano está orientado naturalmente para el bien, pues el hombre nace bueno y libre, pero la educación tradicional oprime y destruye esa naturaleza y la sociedad acaba por corromperlo.

Recordemos, también, que Rousseau se apoyaba en la tesis del buen salvaje, según la cual el ser humano, en su estado natural, original y primitivo, es bueno y cándido, pero la vida social y cultural, con sus males y sus vicios, lo pervierten, llevándolo al desorden físico y moral. De ahí que considerase que el hombre en su estado primitivo fuese superior moralmente hablando al hombre civilizado.

Sin embargo, esta afirmación de que el hombre fuera bueno por naturaleza se oponía a otra idea, diametralmente opuesta, esgrimida el siglo anterior, en el tiempo del nacimiento de los Estados nacionales, por Thomas Hobbes, según la cual el hombre, en cambio, era malo por naturaleza, pues siempre privilegia su propio bien por encima del de los demás, y, en un estado salvaje, vive en medio de continuas confrontaciones y conspiraciones, cometiendo crueldades y actos violentos para asegurarse la supervivencia.

Hobbes, entonces, sostenía que el hombre era un depredador, “un lobo para el hombre”, y que la única forma de salir de ese estado primitivo estribaba en la construcción de un Estado nacional, con un poder político centralizado, de corte absolutista y monárquico, que permitiera al hombre agruparse para sobrevivir, pasando de ese estilo de vida salvaje a uno de orden y moral, superior y civilizado.

Vea también El hombre es un lobo para el hombre.

No obstante, se ha criticado el que se afirme que la bondad o, en su defecto, la maldad, puedan ser naturales, pues desde un punto de vista moral ni bondad ni maldad son propiedades naturales. La bondad y la maldad, el bien y el mal, son categorías morales que tienen su raíz en el pensamiento religioso judeocristiano, según el cual los seres humanos son creados por Dios a su imagen y semejanza, y, por lo tanto, buenos por naturaleza, a semejanza divina. De modo que decir que el hombre es bueno o malo por naturaleza es moralizar a la naturaleza.

Más bien, se podría sostener que el ser humano no nace bueno ni malo, puesto que en sus etapas más tempranas de desarrollo el individuo está desprovisto de referencias culturales, informaciones o experiencias, que lo doten de intenciones o finalidades buenas o malas.

Por otro lado, una interpretación marxista de la frase de Rousseau, readaptaría su contenido para explicar que el hombre, que en esencia es un ser social, que depende del conjunto de las relaciones sociales que establece con otros, en realidad es corrompido por la sociedad capitalista, cuyo sistema, erigido sobre la explotación del hombre por el hombre, y donde cada individuo debe luchar encarnizadamente para mantener sus privilegios y posesiones, es fundamentalmente egoísta, individualista e injusto, y contrario a la naturaleza social del ser humano.

En conclusión, la frase “el hombre es bueno por naturaleza”, arraigada en un sistema de pensamiento propio de la Ilustración y en un contexto histórico en el cual el hombre europeo se encontraba en una fase de revisión moral en relación con su forma de ver y entender al hombre no europeo (americano, africano, asiático, etc.), en condiciones de vida comparativamente primitivas, guardaba cierto recelo hacia la pureza moral del hombre civilizado, visto fundamentalmente como producto de una sociedad corrompida por los vicios y la ausencia de virtud. Es, pues, una visión idealizada del hombre en su estado originario.

Vea también El hombre es social por naturaleza.

Sobre Jean-Jacques Rousseau

Jean-Jacques Rousseau nació en Ginebra, en 1712. Fue un influyente escritor, filósofo, botánico, naturalista y músico de su época. Es considerado uno de los grandes pensadores de la Ilustración. Sus ideas influyeron en la revolución francesa, en el desarrollo de las teorías republicanas, en el desarrollo de la pedagogía, y se lo considera precursor del romanticismo. Entre sus obras más importantes destacan El contrato social (1762), las novelas Julia o la nueva Eloísa (1761), Emilio o de la educación (1762) y de sus memorias Confesiones (1770). Murió en Ermenonville, Francia, en 1778.

Vea también: Filósofos más importantes de la historia y cómo cambiaron el pensamiento

Fabián Coelho
Fabián Coelho
Profesional de las letras, licenciado por la Universidad de Los Andes (2011).