13 Leyendas Mexicanas Cortas y Populares

Hace mucho tiempo, cuando todavía pocos humanos habitaban la tierra, no existía el maíz, y nadie sabía cómo cultivarlo, y los hombres se alimentaban de raíces y de otros animales. Un día, un joven dios llamado Quetzalcóatl, que era muy bueno y generoso, tuvo una visión: una montaña de maíz en el cielo.

Quetzalcóatl decidió emprender un largo viaje para llegar a la montaña del maíz. Cuando llegó a la cima, encontró una hermosa mujer llamada Xilonen, que era la diosa del maíz. Le hizo entrega de un elote y Quetzalcóatl lo llevó a los humanos para que la plantasen. El maíz produjo una cosecha abundante y los humanos estaban muy felices porque ya no tenían que pasar hambre. El maíz se convirtió en el alimento básico de los pueblos indígenas de México.

Cuenta la leyenda que durante la noche vaga una enfermera, llamada Eulalia, por los pasillos del hospital de Juárez cuidando de los enfermos. Eulalia era una mujer bella y amable, una enfermera dedicada y cariñosa, que siempre llevaba su uniforme perfectamente planchado.

Estaba enamorada de un médico muy apuesto, pero su amor no era correspondido. Era tal la tristeza que el desamor provocó en su corazón, que decidió acabar con su propia vida en una de las habitaciones del hospital. Desde entonces, su alma errante se aparece en los pasillos, con su impoluto uniforme para ayudar a los enfermos que están solos y asustados a sentirse mejor.

Kapsis era la hermosa hija del jefe de una tribu costera del Pacífico mexicano. La joven pasaba largas horas en soledad, junto al mar, inmersa en su silencio, y al caer la noche, contemplaba el cielo fijamente. Kapsis estaba perdidamente enamorada de una estrella, y al anochecer acudía a deleitarse con su belleza, deseando que la oscuridad nunca acabase.

Una noche vio cómo su estrella atravesaba el cielo velozmente hasta caer en el mar. Kapsis, asustada, no dudó en acudir a rescatarla. Nadó de forma incansable, pero sin éxito, y agotada, fue arrastrada por el fuerte oleaje al fondo marino. La diosa Xtamosbin, la gran tortuga marina, encontró su cuerpo inerte y lo transformó en una estrella de mar. Así, Kapsis, eternamente feliz y en el mar, contemplaría su amada estrella todas las noches.

Es la historia de una hermosa pareja, ella era preciosa y amable, él era rico y poderoso, y juntos criaban a dos preciosos hijos, un niño y una niña. Un día él decidió marcharse y abandonar a su familia, dejando a su mujer destrozada. Fruto de su desesperación y el dolor, la mujer llegó a ahogar a sus hijos en el río. Cuando fue consciente de su atrocidad, la locura y el arrepentimiento la llevaron a quitarse la vida.

Su alma quedó presa en el mundo de los vivos, donde vaga, acompañada por sus remordimientos, mientras llora buscando a sus hijos. En las noches de luna llena se puede escuchar su llanto. Hay quienes lo interpretan como una advertencia: el mal siempre es castigado.

El Ahuizotl es una criatura que ha atormentado a los lugareños durante siglos, un ser monstruoso que acecha en las aguas tranquilas. Según cuentan, esta bestia se asemeja a un perro, tiene garras afiladas como cuchillos y una cola larga que le permite atrapar a sus víctimas.

El Ahuizotl acecha silenciosamente bajo la superficie del agua, esperando a que los desprevenidos se acerquen a beber o a pescar, para atraparlos con su cola mortal. Son muchos los rituales y ceremonias que se realizan para aplacar a esta bestia acuática, y los pescadores siempre dejan ofrendas a la orilla del agua como tributo para evitar su ira.

En los tiempos antiguos de México vivía un conejo en el bosque. Todos los animales se burlaban de él porque era pequeño y débil, pero su corazón estaba lleno de bondad y humildad. Cada noche, el conejito observaba la luna, soñaba con tocar su resplandor plateado, pero sabía que era imposible porque la luna estaba demasiado lejos.

Un día, el conejito se cruzó con un grupo de animales que discutían sobre quién era el más importante, e intentó enseñarles que todos los seres vivos tenían un papel esencial en el equilibrio de la naturaleza. Pese a que se burlaron de él, el conejito decidió demostrarles que incluso el más pequeño de los seres vivos podía hacer cosas asombrosas.

Cuando aquella noche la luna se elevó en el cielo, el conejito saltó tan alto como pudo, intentando tocarla, sin importarle que pareciera imposible. Los dioses, impresionados por su perseverancia, decidieron ayudarlo y acercaron la luna lo suficiente para que el conejito pudiera tocarla y su corazón se llenó de alegría.

En un pequeño pueblo rodeado de desiertos vivía una joven llamada Xóchitl. Desde niña había soñado con ser una jinete, pero era una destreza reservada tradicionalmente para los hombres. Pasaba horas cada noche entrenando a escondidas, montando a caballo por las colinas y practicando sus habilidades.

Un día se enfrentó, sin miedo, a un grupo de bandidos que estaban amenazando a los aldeanos. El eco de su valor se extendió por toda la región, llegando a oídos del gobernador local, quien decidió poner a prueba su valentía. Le encomendó la tarea de cruzar un cañón peligroso y traer de vuelta un mensaje vital para la comunidad. Xóchitl aceptó, galopó a través del cañón, sorteando los peligros que acechaban, y consiguió regresar con el mensaje.

Se convirtió en una fuente de inspiración para muchas mujeres, un símbolo de que el coraje y la determinación pueden romper cualquier barrera y cualquier expectativa de género.

En la ciudad de Puebla, México, hay un callejón estrecho y oscuro llamado el callejón del muerto. Se dice que está embrujado por el fantasma de un hombre llamado Juan, que fue asesinado allí hace muchos años.

Juan era un hombre poderoso, cruel y despiadado. Estaba perdidamente enamorado de una joven llamada María, pero al no verse correspondido, Juan la asesinó en ese callejón. Fue ejecutado por su crimen, pero su fantasma nunca abandonó el callejón.

Por las noches, aparece para perseguir a los transeúntes, quienes evitan pasar por este lugar, debido al misterio y el terror que lo envuelve.

Al principio de los tiempos el mundo estaba sumido en la más absoluta oscuridad. Los dioses se reunieron para discutir cómo podrían iluminar la tierra. Sería necesario un sacrificio para conseguir que el Sol pudiera nacer, el sacrificado sería consumido por las llamas divinas.

Nanahuatzin, un joven débil y humilde, pero movido por su benevolencia, se ofreció como voluntario, haciendo caso omiso a la burla de los dioses. Fue preparado para el sacrificio y conducido hasta el altar que se encontraba en la cima de la montaña, donde las llamas divinas lo envolvieron. Nanahuatzin se convirtió en una bola de fuego resplandeciente y ascendió al cielo, transformándose en el Sol.

En una conocida tienda de vestidos de novia se encuentra la Pascualita, un hermoso maniquí que posee una tez sumamente realista, prácticamente humana. Sus ojos son tan penetrantes que parecen seguir a las personas que deambulan por la tienda. Su piel es tan pálida que hay quienes aseguran que en realidad no es un maniquí, sino un cadáver. Concretamente, el cadáver embalsamado de la hija del dueño de la tienda, que murió trágicamente en un accidente poco antes de su boda.

Aunque en realidad la Pascualita es un maniquí especialmente detallado y realista, creado por un fabricante de maniquíes en la década de 1930, se ha convertido en el centro de atención para los curiosos y los turistas que llegan a la ciudad.

Narra la historia de una joven princesa zapoteca llamada Donají, quien, para apaciguar el conflicto entre zapotecas y mixtecas, fue prometida en matrimonio con un príncipe mixteco en un intento de sembrar la paz entre ambos pueblos. Sin embargo, un eclipse solar nubló la ceremonia y la tregua.

Este fenómeno se consideró un mal presagio y el acuerdo de paz no prosperó. La princesa Donají fue capturada por los mixtecas y llevada a la ciudad de Mitla. Ella mantuvo su dignidad y coraje en todo momento, pero finalmente fue ejecutada. Su sacrificio se considera un acto de valentía y resistencia ante la opresión y la violencia. A día de hoy sigue siendo recordada y celebrada en Oaxaca, como ejemplo de los valores culturales de su comunidad.

En un pequeño pueblo mexicano vivía una niña muy generosa llamada María, que todos los días, antes de ir a la escuela, salía a caminar por el pueblo con su pequeña bolsa de monedas. Si encontraba a alguien necesitado, no dudaba en compartir sus monedas con él. Un día vio a un anciano sentado en un banco, solo y triste porque había perdido su hogar, y María, conmovida por su relato, le entregó toda la bolsa de monedas.

Años después, un extraño se acercó a la puerta de la casa de María. El anciano que ella misma ayudó años atrás, había recuperado su vida y su fortuna. En agradecimiento, aquel hombre llenó de tesoros y riquezas la humilde casa de María. Ella aceptó su regalo con la condición de repartirlo con otras personas que también lo necesitaran. María demostró que un corazón generoso puede traer felicidad no solo a quienes reciben, sino también a quienes dan.

Hace mucho tiempo, el rey que gobernaba Uxmal tuvo el deseo de construir una pirámide, la más majestuosa que hubiera existido, pero era consciente de que una obra tan colosal requería mucho tiempo y esfuerzo. Un enano, experto en el arte de la arquitectura, se ofreció a construir la pirámide en una noche a cambio de la mano de la hija del rey, y este aceptó.

El enano, esa misma noche, comenzó a edificar la pirámide, trabajando a un ritmo asombroso. Cerca del amanecer la pirámide estaba casi terminada. El rey, temeroso de tener que cumplir con lo acordado, hizo encender antorchas para engañar al enano y simular que el sol ya había salido. El enano, decepcionado, asumió que no había cumplido su parte del trato y se marchó sin reclamar. La pirámide quedó inacabada, pero se convirtió en un símbolo para la ciudad de Uxmal.